Llega el momento del viaje que planeabas hace años,
llega el amor de tu vida (o uno de ellos),
llega el primer embarazo (y a veces el segundo, tercero, cuarto…),
llega el día del parto con su magia,
llegan las infinitas horas amamantando,
llega el llanto inconsolable y sin razón aparente (tanto de bebé como de mamá),
llegan las dudas, los miedos y las preocupaciones,
llegan las noches sin dormir… interminables,
llegan las sonrisas fugaces, sus pequeñas manos tocando tu rostro y
el amor profundo,
llegan los primeros dientes, los primeros pasos, las primeras palabras y el día que no usan pañal,
llega el día que desaparecen las siestas y la noche que se queda dormido sin que lo arrulles o lo amamantes,
llega la mañana que se prepara el desayuno por sí mismo…
Y así, sin más, van pasando los días, los meses y los años… su pequeño cuerpo crece, se hace fuerte y en su sabiduría infinita nos deja acompañarl@ en este mundo. Nosotras también crecemos pero (a diferencia de ellos) nos aferramos a cada instante y a veces, nos desesperamos pensando que esto durará para siempre, que la gripa no desaparecerá, que no volverá a dormirse, que se malacostumbrará, que no crecerá…sin embargo, cada día con ellos es una muestra inequívoca de que, para bien o para mal, todo llega y todo pasa.