“Juliana qué buena eres, qué buena eres Juliana”… con el ritmo de salsa de esta canción empiezo a escribir este mensaje de agradecimiento a mi buena Juliana. Y es que a Juli la conocimos bailando hace casi 6 años en el Tíbirí de la 70 en Medellín. Mi novio (quien hoy es mi esposo) y yo, en esa época nos quedamos de pie viéndola bailar salsa, y nos fascinó. Nos acercamos para preguntarle si podía darnos clases y la vida hizo que termináramos en su casa en las noches, después del trabajo, preparando una coreografía para nuestro matrimonio. Ella nos enseñaba a bailar mientras estaba “embarazadota” de su hijo Joël quien hoy tiene ya casi 6 años.
Su número de contacto quedó grabado en mi celular como “Juli profe salsa” y unos años después me lo encontré cuando estaba organizando mi fiesta de cumpleaños en un viaje que hice a Medellín. Desde ahí retomamos contacto y nuestra amistad.
De tanto hablar y hablar de nuestros proyectos en Europa me contó que es asesora de lactancia y doula, por lo que nos meses después cuando quedé en embarazo le escribí anunciándole la gran noticia.
Yo desde siempre me soñaba con la lactancia pero no sabía más que lo poco que mi abuela y mamá me habían contado en ocasiones… pensaba que era como “soplar y hacer botellas”, un “mamey”, algo que se daría naturalmente.
Durante el embarazo le contaba a Juli de mi preparación con el método de Nacimiento con Hipnosis y ahí me enteré que también ella acompañaba partos y que sabía bastante del dar a luz natural…poco a poco me fue dando a conocer su extensa hoja de vida en cuanto a acompañamiento se refiere.
Me acuerdo que hablábamos mucho del dar a luz y a la vez, ella muy juiciosa me mandaba vínculos y artículos sobre la lactancia y me decía con su acento paisa “ojo, leetelos antes de que llegue el gran día, pues luego no tendrás tiempo”. Yo muy terca me concentré en la preparación para dar a luz a la antigua, naturalmente y sin medicinas, y me dije que “luego, despuecito leeré sobre lactancia”.
Aquel lunes que empecé mi licencia de maternidad pensé “ahora sí tengo tiempo, voy a leerme todo lo que no he leído” . Pero Nina decidió nacer antes de lo esperado, llegó a mi pecho el jueves -solo cuatro días después- y yo no había alcanzado a leer nada de lo que Juli me había recomendado… y ahí empezó nuestra aventura lechera.
Después del nacimiento, en el primer día en el hospital, la partera me explicó lo básico, pero luego de unas horas de iniciar con amor la lactancia, el dolor ya se empezaba a instaurar, y los pezones empezaban su huelga.
El segundo día en el hospital cuando aterrizaba un poco más consciente a mi nuevo planeta me acordé de Juli y con la voz cansada le mandé un mensajito contándole mis novedades. Ella inmediatamente me mandó un video muy práctico hablando sobre la importancia de la postura y el agarre para asegurar una lactancia placentera. Yo me dediqué a tratar de imitar a las mamás del video, creyendo que así lo lograría.
La primera semana Nina iba bien y a pesar de la insistencia de Juli en que “la lactancia no debe doler”, yo decidí acostumbrarme al dolor pensando que se pasaría. Me sugestionaba respirando y meditando los primeros minutos de cada toma diciéndome “esto hace parte del paseo, si mi abuela y mamá pudieron, yo también puedo”. Unos minutos después, cuando el dolor se iba yo continuaba la toma más tranquila. Confieso que me angustiaba antes de cada agarre pues sabía lo que se me venía; mi esposo me masajeaba la espalda y brazos diciéndome al oído “ya va a pasar”…
En la segunda semana de mi aventura llegaron dos invitados que no invité: la fiebre y mi seno derecho rojo e inflamado. Gracias a que las videollamadas existen Juli desde Holanda analizaba mi postura y el agarre de Nina acá en Francia. Ella me decía “baja más a Nina, que la nariz apunte al pezón, que abra bien la boca y sólo ahí la acercas al seno. Ponte repollo, póntelo así, póntelo asá. Haz esto y aquello para ayudar a drenar tu seno, revisa estos síntomas y si no pasan vas al médico…”
Finalmente, entre las recomendaciones de Juli y con la visita a mi médico pudimos descubrir una infección urinaria que se subió a mis riñones (pielonefritis). Fueron dos semanas de enfermedad y angustias. Mi mamá desde su amor hacia mí, me veía exhausta y me incitaba a “darle un teterito en la noche para que puedas dormir”. Pero mi voz interior sumada a la voz de Juli “pégala cada vez que te lo pida” me permitió seguir -en el momento de más debilidad de mi vida- con lo que yo más deseaba: la lactancia materna exclusiva. Juli me enseñó mil y una posturas, seguía a distancia la temperatura de mi fiebre y el progreso de mis síntomas…estaba conmigo a cada paso.
Ya mi cansancio era más grande que mi motivación. La infección continuaba y mi cuerpo sólo me permitía amamantar mientras mi madre me daba a mi de comer en cuchara. Gracias a Dios y el WhatsApp me permitían oír y ver en directo a Juli que me decía “ánimo, sigue con el medicamento, no importa la fiebre, lo que más te va a ayudar a ti a descongestionar el seno y va a ayudar a Nina a subir de peso es pegarla con frecuencia”.
Al cabo de una semana yo me sané, la infección urinaria cedió y mi seno se desinflamó por completo. Pero Nina subía muy poquito de peso. Mi angustia ahora era por sus gramos y no por mi. Juli me ayudaba en la distancia a analizar las tomas, a contar las veces que hacía chichí y popó. Ella desde su sabiduría me motivaba con cada gramo que Nina subía. Cuando yo veía una tormenta, Juli veía un arcoiris y me ayudaba a entender lo natural del bello proceso. Siempre me decía que todo iba a pasar, que estábamos aprendiendo y que después del primer mes, con o sin dificultades, la lactancia se iba a establecer. Ante cada preocupación había una sugerencia de qué hacer para que Nina ganara peso más rápido y sin necesidad de darle fórmula.
Juli, además de psicóloga de profesión, era para mí en ese momento un sancocho de comadrona, doula, “pediatra”, “ginecóloga”, asesora de lactancia y hasta terapeuta de pareja…ella cuidaba de mí, de Nina, de mi familia… me tranquilizaba, me escuchaba, me explicaba todo. Cuando las cosas estaban realmente difíciles, me acuerdo que me decía “si estás desesperada en la madrugada no despiertes a tu esposo que él no sabrá ayudarte, llámame, estaré ahí para ti”.
Inclusive en el único episodio (hasta la fecha) de llanto inconsolable de Nina durante más de 4 horas Juli nos mostraba por videollamada cómo cargarla para calmar sus cólicos, nos dijo esa vez “que Pierre se quede cargando en sus brazos a Nina en la postura mágica y tu salte del cuarto a respirar y relajarte, no te quedes ahí que te desesperas y no estas ayudando, él lo puede hacer”… me salí, lo dejé a él a cargo y todo mejoró.
Al cumplir los dos meses Nina subió de peso llegando a lo que las tablas mostraban como adecuado para su edad. Con Juli ahora me río cada vez que la pediatra la pesa en la cita mensual pues Nina está en el límite superior de las famosas curvas de crecimiento.
De vez en cuando que aparece una novedad con Nina (falta de popó algunos días, llantos nuevos, estiramientos raros o cualquier cosa) Juli sigue con su voz fresca diciéndome “es normal, está bien, así es, eso pasará”.
Ya Nina se acerca a sus 6 meses de vida y a sus 9 kgs de amor y ahora hablo con Juli del Baby Led Weaning y de cómo preparar la transición para cuando en un mes me vea retomando el trabajo.
Definitivamente estoy convencida de que Dios y la vida ponen ángeles en tu camino que te salvan en los momentos de mayor angustia y oscuridad. El mío no tiene alas para volar, mi ángel baila y habla mucho. Y es ese hablar desde la sabiduría, desde la tranquilidad y la calma lo que dio luz a los días oscuros de mi aventura lechera de mamá!
Gracias Juli en nombre de Nina mi hija, en nombre de Pierre mi esposo y en nombre mío. Quizá hasta tu WhatsApp se ha saturado ya de tantas llamadas siempre desde este mismo contacto.
Gracias por tu devoción!
Vanessa, mamá de Nina, Francia.