Acompañar no es asistir ni atender el parto,
no es traer bebés al mundo,
no es interrumpir los procesos fisiológicos,
no es intervenir el parto.
Acompañar en el parto es ser esa mano que sostiene,
esa palabra en el momento preciso,
esos ojos que ven bajo la piel,
esa mente alerta y serena que con paciencia espera.
Es esa tenue línea entre estar y no estar;
entre brindar apoyo y permitir desconectarse del exterior;
entre estar presente y dar lugar a la intimidad;
entre dar palabras de aliento y permitir escuchar el propio instinto… eso es acompañar.
Ese estar lejos de invadir y también lejos de estar ausente;
estar presente sin llenarlo todo;
observar sin incomodar;
sugerir sin exigir pero sin dejar vacíos…eso es acompañar.
Acompañar en el parto es confiar en la naturaleza;
es escuchar sin juzgar;
es respirar con calma;
es tranquilizar;
es darle tiempo al tiempo;
es caminar al ritmo de esa mujer que pare.
Acompañar en el parto es presenciar el milagro de la vida,
es saberse privilegiado de observar el poder infinito de la mujer,
es ser testigo del gran misterio.
Acompañar a una mujer en parto es soltar,
es esperar,
es celebrar,
es animar,
es volver a nacer.